Cómo sobrevivir a una crisis de “un cuarto de vida”

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UNA BUENA AMIGA acaba de cumplir 27 años. “¡Son muchos años!”, dijo. “Sé que la preparatoria y la universidad eran tiempos para intentar cosas –sales con diferentes personas, cambias de carrera y tomas clases diferentes, aprendes a vivir por tu cuenta y a tener una idea de las finanzas, y, bueno, básicamente maduras. Pero pensaba que ciertamente para cuando tuviera 25 años mi identidad estaría asentada y mi camino sería claro. ¡Siento que debería tener definida mi vida, y saber quién soy, lo que quiero, y hacia a dónde me dirijo, pero no lo sé!”

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CADA TRABAJO que realizaste, cada relación que tuviese, todo por lo que has pasado, te ha preparado para tu papel actual. Si tú aprendes y creces, construyes cimientos para lo que venga después.
 

El lamento de mi amiga es común. La gente ya no necesariamente se asienta en su camino de vida durante sus años veintes. La edad promedio para el matrimonio, ingresar a una orden religiosa u ordenarse va cuesta arriba todo el tiempo, mientras que la cantidad de tiempo promedio en nuestro primer empleo se acorta. De hecho, cada vez menos personas terminan en empleos relacionados directamente con sus carreras universitarias. A veces parece que la vida en sí está llena de experimentación, cambio e incertidumbre.

Así que a los veintitantos años, a medida que tratas de entenderte como un adulto joven, ¿qué vas a hacer? Sugiero que comiences teniendo paciencia contigo mismo. Recuerda que incluso Jesús no comenzó con su misión pública sino hasta que tenía 30 años. Durante sus años veintes Jesús estaba aprendiendo, rezando, creciendo y convirtiéndose cada vez más en la persona que Dios lo había llamado a ser. Su vida no estuvo en suspenso hasta el día que Dios le dijo, “Está bien, ya ve y encuentra a Juan el Bautista”. Su misión pública fue una continuación de todo lo que le sucedió en su vida hasta ese momento.

Esto es cierto para ti también. Dios está trabajando activamente en tu vida desde el momento en que fuiste concebido. Eres una creación absolutamente única, con dones, talentos y deseos que no son iguales a los de nadie más. Tienes la capacidad de hacer muchas cosas diferentes y el potencial de tocar vidas y corazones, tanto por lo que eres como por lo que haces. A medida que maduras a la edad adulta, todas estas cosas continúan formándose y perfeccionándose, y si estás muy atento, Dios las usará para guiarte a tu vocación.

Cada quien tiene una vocación

Utilizo el término vocación en su sentido más amplio. Aunque se ha usado para referirse únicamente a ser sacerdote, hermana o hermano, ahora sabemos que todo el mundo, ya sea laico, profeso u ordenado, tiene una vocación. También sabemos que independientemente de nuestro rol específico, como seguidores de Jesucristo estamos llamados a imitarlo en nuestra forma de vivir, trabajar y actuar a lo largo de nuestra vida. Estamos llamados a la santidad, llamados al servicio, y llamados a amar. Busca vivir esta vocación primordial por encima de todo y el resto se te dará.

Al considerar tu camino vocacional más específico, hay varios pasos que puedes dar:

1. Sé un aprendiz. Cada cosa que haces puede enseñarte algo importante, y con frecuencia estas lecciones son esenciales para los siguientes pasos en tu vida. Mientras Jesús trabajaba con la madera como carpintero, probablemente aprendía lecciones vitales sobre la paciencia, la tolerancia a las imperfecciones, el respeto por las fortalezas y debilidades del material, y muchas otras cosas que le fueron de utilidad en su misión posterior.

También hablo por experiencia personal. Soy consultora de liturgia y de luto. Pero mi título profesional es en Ciencias Lecheras –sí, vacas. Me casé con un granjero productor de leche cuando tenía 19 años y pensaba que permanecería en una granja por el resto de mi vida. Estaba equivocada, pero las lecciones que aprendí trabajando en estrecho contacto con la tierra y los animales fueron esenciales para mi camino definitivo. Por ejemplo, esta mujer controladora aprendió a depender completamente de Dios mientras preparábamos el terreno, lo abonábamos y plantábamos y esperábamos la lluvia, el sol y el crecimiento. Viví el ciclo de vida, muerte y resurrección de los campos y animales. Descubrí lo que es la gratitud por la generosidad de los dones de Dios. Mi experiencia me enseñó y formó de maneras que no puedo ni nombrar.

He hecho muchas cosas en mi vida, pero cada trabajo que desempeñé, cada relación que tuve, todo por lo que pasé, me preparó para mi papel en la actualidad. Considero que nada se desperdició. Si tú aprendes y creces, construyes cimientos para lo que venga después.

2. Sé un seguidor. La tutoría es un proceso por el cual una persona mayor, más sabia o más experimentada te toma bajo sus alas, te aconseja y te ayuda a crecer. He encontrado que los tutores han sido invaluables regalos a mi vida.

La tutoría puede tomar diferentes formas. Encuentra un buen director espiritual, o al menos un compañero espiritual –alguien que te ayude a ver cómo Dios está obrando en tu vida, y que te desafíe a crecer en tu fe. Reúnete a orar regularmente con esa persona. Habla sobre tu camino de fe y tu búsqueda de la voluntad de Dios. Encuentra a otro tutor en cualquier camino de vida que consideres.

Si sientes un posible llamado a la vida religiosa, encuentra un sacerdote, hermana o hermano que pueda ser honesto respecto a su experiencia, tanto de las alegrías como las dificultades, y que pueda guiarte en tu proceso de discernimiento. Si estás considerando el matrimonio, haz una amistad similar con una pareja casada. Lee todo lo que puedas. Obtén recomendaciones de libros, amigos, tu director espiritual y otras fuentes confiables. Si encuentras algo valioso en internet, marca la página web. Cuando leas una cita que te llame la atención, anótala junto con el número de la página para poder localizarla después con facilidad. Aprovecha la experiencia, sabiduría y consejo de guías espirituales y profesionales.

3. Sé un líder. No esperes sentado a que Dios te escriba en la pared, porque esa no es la forma en que Dios trabaja. Debes actuar. Piensa, reza, experimenta y busca consejo. Discierne en dónde está tu corazón realmente. Entonces considera toda la información que sea relevante y toma la mejor decisión que puedas con lo que tienes. Podrás cometer errores en el camino, pero cada decisión puede acercarte a donde Dios quiere que estés.

4. Reza. Recuerda que rezar no es solamente pedir cosas. Rezar es comunicarse con Dios en todas sus formas –contemplar y escuchar, preguntar, agradecer, expresar dudas, hablar sobre tu día–, básicamente construir una relación con Aquel que te ama más de lo que puedas imaginar. Una estrecha relación con Dios te sostendrá y guiará a través de todo lo que suceda, ya sea bueno o malo. Enfrentas muchas incertidumbres en tus años veintes. Podrías tomar decisiones equivocadas. O podrías tomar las mejores, y aún así algo totalmente inesperado podría voltear tu mundo de cabeza. La vida es impredecible y necesitas la sólida base de una relación con Dios para que te guíe a través de ella.

Dios está siempre contigo

Mi esposo John (el productor lechero) y yo tratamos de vivir como fieles cristianos católicos en todo lo que hacíamos. Sin embargo, no me di cuenta del profundo significado de mi relación con Dios sino hasta que John y nuestro hijo de siete meses de edad murieron en un accidente automovilístico. Todos mis sueños se destrozaron y yo estaba absolutamente devastada. Muchas personas en el velorio y en el funeral me dijeron: “Llámame en cualquier momento”. Sin embargo, sin importar cuánto me amaran, o que tan buenas fueran sus intenciones, nadie podía estar ahí por mí las 24 horas del día. Pero Dios pudo. Dios fue mi constante compañero, tomando todo lo que yo soltaba con ira, concediéndome paciencia y sabiduría, y poniendo suavemente un brazo alrededor de mí y guiándome. El amor de Dios me devolvió a la vida, como Jesús tomó mi mano en la tumba y me llevó a la resurrección.

Espero que no tengas que enfrentar una tragedia similar en tus años veintes. Pero espero que puedas aprender las lecciones que yo aprendí. Dios es nuestra roca, nuestro cimiento y fortaleza, nuestro refugio en la tormenta. Construye tu relación con Dios y confía en que Dios te guiará a toda costa. Cree que Dios te mostrará el camino y te ayudará a tomar decisiones. Ten la seguridad de que Dios está siempre contigo, incluso si lo estropeaste todo. Dios te ayudará a encontrar tu camino, y Dios te dará todo lo que necesites.

Estos cuatro pasos te serán muy útiles, no solamente en tus años veintes, sino a lo largo de tu vida. La verdad es que tu vocación no es una decisión de una sola vez. No he estado en una granja desde hace años. Conozco a un policía de Nueva York que fue ordenado como fraile franciscano a sus treinta y tantos años. Otro amigo ingresó a una orden religiosa pero se salió después del noviciado para convertirse en director de cuidado pastoral en una parroquia. Incluso dentro de una misma trayectoria vocacional hay muchas elecciones y encrucijadas en el camino. Un amigo sacerdote ha servido a su orden de varias maneras –durante 10 años como director de retiros, luego como misionero en el extranjero, y ahora como pastor de una parroquia.

Y mientras tu vocación se desarrolla, mientras vas a donde Dios te dirige, y mientras encuentras formas de usar tus dones para servir a los demás, espero que aprendas valiosas lecciones, encuentres buenos tutores, tengas el valor de actuar, y construyas una relación cada vez más profunda con nuestro amoroso y misericordioso Señor. Si puedes hacer estas cosas, vivirás tu vida acorde a la voluntad de Dios.

Amy Florian es consultora de liturgia y de luto, en Illinois, donde reside. Ha publicado numerosos artículos y dos libros, y es conocida en el ámbito nacional como oradora, directora de retiros y maestra.


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